Yawar Fiesta (Fiesta de Sangre) es la primera
novela del escritor peruano José María Arguedas publicada en 1941. Pertenece a
la corriente del indigenismo.
Ambientada en el pueblo de Puquio (sierra sur del
Perú), relata la realización de una corrida de toros al estilo andino (turupukllay) en el marco de una
celebración denominada yawar punchay
. Según los críticos, es la más lograda de las novelas de Arguedas, desde el
punto de vista formal. Se aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión
lo más auténtica posible de la vida andina sin recurrir a los convencionalismos
y al paternalismo de la anterior literatura indigenista de denuncia.
Elaboración:
El tema de una corrida de toros al estilo andino
(o “indio”) como centro de un conflicto que enfrenta a razas y grupos sociales
en un poblado de la sierra peruana nació en la mente de Arguedas cuando, según
su confesión, asistió a una corrida en Puquio, en julio de 1935.
En esa ocasión uno de los capeadores indios, apodado el Honrao, fue destrozado
por el toro. En 1937 Arguedas publicó dos relatos que son
antecedentes de la novela: uno titulado “El despojo”, que apareció en la
revista limeña Palabra, nº 4,
mes de abril (que luego se constituyó en el segundo capítulo de la novela); y
el otro titulado “Yawar (Fiesta)”, publicado en la Revista Americana, año XIV, Nº 156, en Buenos Aires (que es una versión primigenia
de la novela). Su deseo de rehacer este relato se vio interrumpido por su
estancia en la cárcel de El Sexto, entre 1937-38, por lo que solo pudo llevarlo
a la práctica en el segundo semestre de 1940, luego de asistir al Congreso
Indigenista de Patzcuaro, en México. Se hallaba
entonces en Sicuani, donde ejercía la docencia en un
colegio nacional. Aprovechando unas vacaciones de medio año, Arguedas escribió
de corrido la novela. Un incentivo fue un concurso continental de novela
hispanoamericana convocada por una editorial de los Estados Unidos: jurados
reunidos en cada país hispanoamericano debían elegir una novela representativa
que sería enviada a un jurado internacional auspiciado por dicha editorial. En
el Perú el jurado nacional estuvo conformado por Augusto Tamayo Vargas, Eduardo Núñez, Luis E. Valcárcel,
entre otros. A medida que avanzaba los capítulos de su novela Arguedas los iba
enviando a Lima, a su amigo el poeta Manuel Moreno Jimeno. La correspondencia entre ambos documenta al detalle
la labor de Arguedas. Pero para éste debió ser una decepción que no se eligiera
su novela como representante del Perú en el concurso internacional, siendo
desplazado por la obra de un desconocido, José Ferrando, titulada Panorama hacia el alba. Cabe agregar
que la ganadora del concurso internacional fue nada menos que la gran novela
indigenista de Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno, enviada en representación de Chile,
donde dicho escritor se hallaba desterrado.
Argumento:
La novela relata una de las costumbres más
tradicionales de las comunidades indígenas del Perú: la “corrida india”, que se
celebra todos los años el 28 de julio,
aniversario de la fundación de la República del Perú.
La corrida india es un evento espectacular donde un toro debe enfrentarse, en un pampón, a unos
cien o doscientos indios a manera de toreros o capeadores espontáneos, y del
cual son parte otros elementos como la música de los wakawak`ras, (trompetas de cuerno de toro), cánticos populares (huaynos), el consumo de aguardiente, el uso de dinamita para matar al toro, e incluso la
muerte de muchos indios, despanzurrados por el cornúpeta. Esta tradición se ve
amenazada por una orden proveniente de la capital, que la prohíbe pues la
considera una práctica “bárbara”. Ante la negativa de los indios para acatar la
orden, las autoridades buscarán la manera de permitir las corridas pero
“decentemente”: contratan un torero profesional que lidiará a la manera
“española”. Con ello quitan la esencia misma de la fiesta, pero esta finalmente
se realiza, imponiendo los indios su tradición ante los ojos de los principales
del pueblo. Cabe señalar que en este relato de Arguedas no se menciona al
cóndor atado al lomo del toro, que actualmente es la variante más conocida del yawar fiesta.
Temas:
El tema principal es la realización de la corrida
de toros al estilo andino. Temas secundarios son: la invasión de los blancos o
mistis a Puquio, los abusos y violencias de los gamonales sobre los indios, la
construcción de la carretera de Puquio a Nazca, la migración de miles de indios
a Lima.
Escenarios:
La novela está ambientada principalmente en Puquio, capital de la provincia de Lucanas en el departamento de Ayacucho, en la sierra sur peruana. El pueblo está conformado por
cuatro ayllus indios: Pichk’achuri, K’ayau, K’ollana y Chaupi. Cada uno de
estos ayllus tiene su barrio propio y su plaza. Los mistis o principales del
pueblo (blancos y mestizos) vivían en el jirón Bolívar, en uno de cuyos
extremos se extiende la plaza principal o de armas, en torno al cual se
levantan los principales edificios públicos: la Subprefectura, el puesto de
Guardia Civil, el Juzgado de primera instancia, la Municipalidad, la Escuela
Fiscal de Varones.
Otros escenarios son:
- Las zonas altas cercanas a Puquio, donde vivían los punarunas (hombres de la puna) y el toro Misitu.
- La ciudad de Lima, adonde habían migrado miles de lucaninos, entre los cuales los puquianos conformaban la colonia más numerosa y pujante.
Resumen:
Los primeros capítulos ofrecen el trasfondo
histórico de los hechos dramáticos que van a seguir. Se habla de un tiempo en
que la ciudad de Puquio y los lugares aledaños eran
propiedad de los ayllus (comunidades indígenas), los mismos
que después fueron invadidos por los mistis
(gente blanca y mestiza), quienes se apoderaron de las tierras de cultivo para
convertirlas en pastizales para alimento del ganado.
Luego se narra magistralmente las preparaciones
para el turupukllay (corrida de
toros) en el marco de las celebraciones por el aniversario patrio; se oyen
cánticos, suenan los wakawak`ras,
trompetas de cuerno de toro que se tocan incesantemente durante las fiestas.
Luego se describe al “Misitu”, el toro montaraz, el cual debe ser traído por
los indios desde la puna hasta el coso. El ambiente de la
fiesta sube de temperatura y los ánimos se exaltan.
Aparecen los problemas cuando el subprefecto
prohíbe por mandato del gobierno central que la fiesta sea a la manera “india”,
es decir, con la intervención del público como toreros espontáneos y con el uso
de dinamita para matar al animal. Los principales mistis sugieren que la fiesta
sea en adelante con la participación de un torero profesional y que se sigan las reglas de la tauromaquia española.
El pueblo de Puquio no está de acuerdo con que se
realice la fiesta de la manera como quiere el gobierno central, pero algunos
puquianos que radican en Lima contratan un torero español y lo envían a Puquio.
Llega el día de la fiesta taurina, y el pueblo puquiano impone finalmente su
tradición. El torero español es abucheado y en su lugar entran al coso los
toreros puquianos, para lidiar a la manera “india”, ante lo cual el subprefecto
y las demás autoridades no se atreven a oponerse, temerosos de la reacción de
la muchedumbre.
Personajes:
Los personajes de la obra se pueden dividir en
tres grandes grupos:
- Los indios de Puquio, divididos en cuatro ayllus: K’ayau, Pichk’achuri, Chaupi, K’ollana. Sus autoridades son los varayoks, cuatro por ayllu, dieciséis en total. Cada uno de los cuatro grupos de varayok’s está encabezado por un varayok alcalde.
- Los mistis (blancos y mestizos), son los vecinos notables o principales del pueblo, que viven en el jirón Bolívar. Conforman la clase dominante: terratenientes, negociantes, letrados, autoridades municipales. Junto con ellos están las autoridades enviadas desde Lima como representantes del gobierno central (subprefecto, jueces), generalmente blancos y costeños.
- Los chalos o mestizos pobres, al servicio de los mistis.
Pero por una cuestión didáctica es necesario
individualizar a los personajes en principales y secundarios.
Principales:
- El Misitu, es el toro elegido para la “corrida india”. Vive solo en la puna, abrigado por los queñuales de Negromayo, en K’oñani, adonde los indios temían entrar. Posiblemente había huido de algún criadero cercano, pero los indios imaginaban que había salido de las aguas de una laguna y le atribuían cualidades sobrenaturales.
- Los varayok’s o autoridades indígenas de Puquio, cuatro por cada uno de los cuatro ayllus, dieciséis en total. Encabeza cada ayllu un varayo’k alcalde.
- Don Julián Arangüena, misti o vecino notable de Puquio, es un terrateniente dueño del territorio donde vive el toro Misitu. Es detestado por los indios por sus violencias y abusos. No se opone a la “corrida india”, aunque no simpatiza para nada con los indios, a quienes considera seres inferiores.
- Don Pancho Jiménez, es otro misti o vecino principal de Puquio, dedicado a la venta de aguardiente y abarrotes. Es unos de los principales defensores de la “corrida india”. Por su constante oposición a la autoridad y por azuzar a la gente del pueblo es apresado y tenido incluso como un peligro necesario de eliminar.
- El Subprefecto, es la autoridad que representa al gobierno central. Es costeño y detesta las costumbres de los indios, por lo que está dispuesto a hacer cumplir la prohibición de las corridas indias.
Secundarios:
- El alcalde don Antenor y sus concejales.
- El Juez.amigo del alcalde
- Don Demetrio Cáceres, vecino principal de Puquio, que se pone a favor de la abolición de la corrida india, pero se deja entrever que solo lo hace para adular a las autoridades.
- Don Jesús Gutiérrez, otro vecino principal de Puquio, quien también está contra las costumbres de los indios que considera bárbaras.
- El Sargento, natural de Arequipa, encargado de resguardar el orden en el pueblo.
- Los capeadores o toreros indios: Wallpa, K’encho, el “Honrao” Rojas, el Tobías.
- El Vicario, representante de la Iglesia Católca en Puquio. Es quien dirige la construcción de la carretera de Puquio a Nazca y quien convence a los indios a aceptar la realización de una corrida a la española.
- El layka o brujo de Chipau, quien se ofrece a acompañar a los indios k’ayaus durante la captura del Misitu, pues decía hablar de parte del auki K’arwarasu, deidad tutelar de la montaña de dicha nombre a quien los indios invocan su favor. Muere destripado por el toro.
- Ibarito II, torero español, radicado en el Perú desde hacía diez años. Es contratado en Lima por la comunidad de Lucanas, a fin de que toree “civilizadamente” en una plaza construida para tal fin en Puquio. Al final, rehuye enfrentarse al Misitu, ante las pifias del público.
- El Estudiante Escobar o Escorbacha, mestizo de Puquio residente en Lima, es el presidente del Centro Unión Lucanas, asociación de hijos o naturales de la provincia de Lucanas residentes en la capital. Ideológicamente está influenciado por la prédica indigenista y el pensamiento mariateguista.
- El chofer Martínez, indio de Puquio residente en Lima, es fiscal del Centro Unión Lucanas. Aprendió a hablar castellano y de vuelta a Puquio, se atreve a insultar al gamonal Julián Arangüena, llamándolo “ladrón”.
- Guzmán, apodado el “Obispo”, es otro lucanino residente en Lima. Es empleado y ejerce como vocal del Centro Unión Lucanas. Destaca como orador.
Resumen por capítulo:
I.-
PUEBLO INDIO.- Se describe a Puquio, “pueblo indio” conformado por
cuatro ayllus o barrios indios: Pichk’achuri, K’ayau, K’ollana y Chaupi. Entre
ellos existían competencias para demostrar quienes sobresalían más. Los mistis
o principales del pueblo (blancos y mestizos) habían invadido el pueblo ya
hacía mucho tiempo atrás, constituyendo un barrio que después fue conocido como
el jirón Bolívar.
II.- EL
DESPOJO.- En este capítulo se describe los abusos y robos que realizaban
los mistis contra los indios. Les arrebataban sus tierras mediante argucias
legales y convertían terrenos tradicionalmente dedicados al cultivo de papa y trigo en alfalfares para alimentar al ganado, pues
la venta de carne era más rentable. Incluso invadieron las tierras altas o puna, obligando a los indios de esa zona a entregarles ganado y a trabajar la tierra
como peones.
III.-
WAKAWAK’RAS, TROMPETAS DE LA TIERRA.- Al acercarse las fiestas patrias
del 28 de julio empiezan a oírse en el pueblo
el sonido de los wakawak’ras, trompetas indias hechas de cuernos de toro y que
anunciaban las corridas de toros al estilo indio (toropukllay). Se comentaba
que para esta ocasión el ayllu de K’ayau se había comprometido a traer altoro Misitu, animal montaraz que vivía en
la puna, al cual hasta entonces nadie había podido sacarle de su querencia.
IV.-
K’AYAU.- Los del ayllu K’ayau lograron convencer al hacendado don Julián
Arangüena para que les cediera al Misitu, que pasteaba en las tierras altas de
su propiedad. Todos celebraron el acontecimiento y en el pueblo no se hablaba
sino de las próximas corridas que prometían ser todo un acontecimiento. Hasta
mistis como el negociante don Pancho Jiménez se alegran, más no el Subprefecto,
quien consideraba las fiestas como algo bárbaro y pagano.
V.- EL
CIRCULAR.- El Subprefecto anuncia la llegada de un circular de parte del
Gobierno por la cual se prohibían en toda la República las corridas de toro al
“estilo indio”, a fin de evitar muertos y heridos. Los vecinos principales se
dividen ante tal noticia: unos, encabezados por don Demetrio Cáceres, están de
acuerdo con abolir lo que consideran una costumbre salvaje, mientras que otros,
a través de la voz de don Pancho, solicitan que al menos se permita ese año
celebrar por última vez las corridas según la costumbre india, pues los
preparativos ya estaban avanzados. El Subprefecto se muestra inflexible y
advierte que castigará a quien se atreva contradecirle. Don Pancho es
encarcelado, acusado de revoltoso. Las autoridades municipales aceptan lo
ordenado en la circular y como alternativa se acuerda la contratación de un
torero profesional en Lima, a fin de realizar corridas al estilo “civilizado”,
es decir, español.
VI.- LA
AUTORIDAD.- Enterados de la prohibición, los indios se reúnen en masa en
la plaza principal, donde el alcalde y el vicario logran tranquilizarlos,
garantizándoles que de todas maneras habría turupukllay. El Subprefecto hace traer a su despacho a don
Pancho, con quien tiene una conversación muy accidentada; al final lo suelta,
advirtiéndole que no azuzara a los indios, pues de lo contrario volvería a
prisión. Cuando ya estaba don Pancho retirándose, caminando en medio de la
plaza, el Subprefecto ordena al Sargento que le dispare por la espalda, pero el
Sargento se niega a realizar tal villanía. Este capítulo nos muestra
descarnadamente la degeneración moral de las autoridades enviadas desde la
capital.
VII.- LOS
“SERRANOS”.- En este capítulo se describe la migración de miles de
lucaninos hacia la capital, lo cual fue posible gracias a la carretera de
Puquio a Nazca, que los mismos puquianos construyeron en solo 28 días,
dirigidos por el Vicario o cura del pueblo. La mayoría de los inmigrantes
andinos trabajan como obreros, empleados y sirvientes, e invaden terrenos en
los arenales donde construyen viviendas precarias, aunque también llegan a Lima
algunos mistis adinerados quienes instalan negocios y compran terrenos para
vivienda en zonas residenciales. En general son tratados despectivamente por
los limeños y llamados “serranos” a modo de insulto. Los lucaninos residentes
en Lima forman una asociación para defenderse y apoyar a sus coterráneos, el
Centro Unión Lucanas. Su presidente es el estudiante Escobar, un mestizo de
Puquio, influenciado por el pensamiento de José Carlos Mariátegui, sociólogo marxista.
VIII.- EL
MISITU.- En este capítulo se cuenta sobre el toro Misitu, que era un ser
cuasi legendario, pues los indios decían que no tenía padre ni madre sino que
había surgido de un remolino de las aguas de la laguna Torkok’ocha; su fama
sobrepasaba los límites de la provincia de Lucanas. Vivía en la puna o zona
alta, abrigado por los queñuales de Negromayo, en K’oñani. El hacendado don
Julián Arangüena había intentado capturarlo, sin lograrlo, por lo que decidió
regalarlo, primero a los habitantes de K’oñani y finalmente a los de K’ayau.
IX.- LA
VÍSPERA.- El Subprefecto llamó a su despacho a los principales vecinos
para acordar la manera prudente de hacer cumplir la circular sin causar el
malestar de los indios. Uno de los vecinos, don Demetrio, le informa del plan
del Vicario: harían construir un pequeño coso
en la plaza de Pichk’achuri y se convencería a los pobladores que era mejor
espectar allí el evento, en vez de usar todo el pampón de la plaza. También se
les persuadiría de evitar el uso de dinamita y el ingreso del público a la
arena, a fin de evitar muertos y heridos. Se informa también que ya en Lima el
Centro de Lucanas había contratado a un torero español para enviarlo a Puquio.
El Subprefecto acepta todos estos planes; el Vicario cumple entonces su parte y
convence a los varayok’s indios de construir un pequeño coso con troncos de
eucaliptos.
X.- EL
AUKI.- El narrador explica la relación y la veneración que tienen los
puquianos hacia los espíritus de los cerros, especialmente hacia el auki (jefe)
K’arwarasu, padre de todas la montañas de Lucanas. Los del ayllu de K’ayau se
encomiendan a él para lograr la captura del Misitu. Encabezados por el varayok
alcalde suben a su cumbre y entierran una ofrenda. De regreso les acompaña el
layka (brujo) de Chipau, quien se ofrece a guiarlos a capturar al toro. Los de
K’ayau logran lacear al Misitu y lo llevan a rastras hacia el coso de Puquio.
El layka es destripado por el toro y su muerte se entiende como un sacrificio
de sangre para compensar el favor otorgado por el auki.
XI.-
YAWAR FIESTA.- El día de la festividad patria apareció una multitud
inmensa en Puquio, proveniente de toda la provincia de Lucanas e incluso de
otros lugares más lejanos, para ver el evento taurino que se realizaría en el
coso armado en la plaza de Pichk’achuri. Mientras tanto, don Pancho y don
Julián fueron encerrados en la cárcel por órdenes del Subprefecto, para evitar
que revolvieran a los indios. El coso rebalsó y muchos se quedaron en las
afueras, insistiendo ingresar vanamente. Apareció el Misitu en la Plaza y de
inmediato ingresó el torero Ibarito II, quien ante la música de los wakawak’ras
y el canto lúgubre de las mujeres, sintió inseguridad. Al principio capeó bien,
pero luego el toro buscó su cuerpo y trató de arrollarlo, aunque pudo escapar y
refugiarse en los escondederos. Ello provocó la burla de los indios, quienes
exigieron que salieran a torear los suyos: el Wallpa, el Honrao, el Raura, el
K’encho. El primero en ingresar fue Wallpa, quien luego de dos hábiles capeadas,
fue alcanzado por el toro, que incrustó uno de sus cuernos en su ingle,
clavándolo en uno de los troncos de la cerca. Los demás toreros indios lograron
con gran esfuerzo separar al toro del cuerpo de Wallpa. El varayo’k alcalde de
K’ayau alcanzó un cartucho de dinamita al Raura, con el que finalmente hirieron
mortalmente al toro, mientras que Wallpa sangraba a borbotones por la pierna
hasta inundar el suelo con su sangre. El alcalde le dijo entonces al
Subprefecto que así eran sus fiestas, el yawar
punchay verdadero.